La naturaleza no es sólo un destino turístico

Un pudú intenta cruzar la ruta al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales para ir a tomar agua al río Petrohué. Sus patas apenas tocan el asfalto cuando un motor irrumpe en el silencio del bosque. El golpe es seco. El vehículo sigue su camino, y los pasajeros, más preocupados de llegar rápido a los Saltos del Petrohué, no notan que, a pocos metros, el pequeño ciervo queda inmóvil. Con este pudú muerto atropellado, en lo que va de este verano la cifra asciende a 9 individuos en esta área “protegida”.

Cada año, miles de personas buscan la naturaleza para desconectarse, respirar aire puro y reencontrarse con el paisaje. Pero, ¿realmente nos conectamos con el entorno o solo lo usamos como telón de fondo para nuestras vacaciones? Mientras nos relajamos junto a un lago o hacemos un picnic en la playa, la fauna lucha por sobrevivir en un ambiente invadido por nuestras acciones.

Los 4×4 rugen sobre las dunas y playas, dejando cicatrices donde antes anidaban aves como el pilpilén. Un instante de adrenalina, una foto para redes sociales, y bajo esas ruedas quedan aplastados huevos que jamás eclosionarán. En los parques nacionales, familias ingresan con sus perros sin imaginar el daño que pueden causar: atacan a pudúes, huemules, transmiten enfermedades a los zorros, obligan a bandadas de aves a abandonar sus sitios de descanso.

Todos los esfuerzos realizados para conservar nuestros ecosistemas son inútiles ante hechos como estos, en los que personas se sientan con el derecho avasallador por sobre la naturaleza, y no parte de ésta.

Ingrid Espinoza León, Directora de Conservación de Fundación Rewilding Chile.

Si bien se han desarrollado campañas público y privadas como ‘Lento por la Fauna’ impulsada por el Ministerio de Transportes junto a Conaf y SAG, se han implementado señaléticas en zonas de presencia de fauna nativa, programas de educación ambiental con localidades aledañas a las áreas protegidas e incluso se han gestado iniciativas de levantamiento de información de atropellos en caminos y carreteras como aquella de la Red de Observadores de Aves y Fauna Silvestre, estas acciones parecen ser insuficientes sin el compromiso de los turistas y ciudadanos en general. Todos los esfuerzos realizados para conservar nuestros ecosistemas son inútiles ante hechos como estos, en los que personas se sienten con el derecho avasallador por sobre la naturaleza, sin respetar ni entender que somos parte y dependemos de ella.

No podemos seguir esperando que solo las normativas y los esfuerzos de organizaciones ambientales solucionen un problema que es nuestro. La conservación ocurre en cada decisión que tomamos al entrar a un espacio natural. La naturaleza no es solo un paisaje hermoso: son ecosistemas frágiles donde cada especie, desde el pudú hasta el pilpilén, cumple un rol esencial en la salud de la belleza salvaje del lugar que disfrutamos.

Este verano, dejemos de ver la naturaleza como un simple destino turístico y entendámosla como un lugar que debemos respetar y que es esencial para nuestra vida. Bajar la velocidad en una ruta donde transitan animales. No ingresar con perros a zonas protegidas. Evitar los 4×4 en ecosistemas frágiles. Son pequeños actos, pero si no empezamos por lo mínimo, no podemos esperar un cambio real.

No se trata de privarnos de la naturaleza. Se trata de coexistir en armonía y recordar que sin ella, es inviable nuestro futuro en el planeta.